Después de ese larguísimo beso, que parecía no querer acabar nunca, nos quedamos mirándonos a los ojos, sin saber muy bien que decir ni que hacer, con la respiración entrecortada. Pensé que era ella, la mujer de mi vida, ni siquiera la conocía pero, lo sabia, era ella.
En todas las historias de abuelos que conocieron a la mujer
de su vida, siempre decía, la vi en tal sitio y supe que era ella, me parecía
una estupidez, pero de repente cobro sentido.
-Hola, me llamo Jack- dije sonriendo.
Pero ella no respondió, me miraba como si algo no fuera
bien.
-¿Puedo invitarte a tomar algo?- insistí
-Vale… por cierto me llamo Susan. – respondió después de
una pausa.
La lleve a una cervecería, y la invité a una jarra de
cerveza, poco a poco se fue normalizando la situación y empezamos a hablar. Era
increíble, pensaba igual que yo en la mayoría de las cosas, aunque tenia 25 años.
La conversación se fue alargando hasta que miró su reloj y dijo:
-Tengo que irme
-¿A dónde? –pregunté.
-Es muy largo de explicar pero… tengo que llegar a un sitio
la semana que viene.
-¿Y que prisa tienes? Una semana e mucho tiempo.-dije.
-Si, pero tengo que encontrar un sitio en el que dormir.-respondió.
-Si quieres puedes quedarte en mi casa, no creo que a mi
madre le importe.
-Bueno… no tengo un sitio mejor… así que vale, gracias.
Y así la lleve a mi casa.
Cuando llegamos mi madre no estaba, asi que me puse a prepar
la cena, unos espaguetis con salchichas que siempre me quedaban muy bien.
Mientras cocinaba, ella me miraba de una forma estraña, la verdad es que no
entendia muy bien lo que estaba pasando, pero no me importó, era ella, y tenia
que ver que pasaba.
Cenamos y charlamos distendidamente, y le ofrecí una cama en
la que dormir.
-Puedes dormir aquí esta noche- le dije- las sabanas están limpias
y el baño esta…
No pude seguir hablando, me besó de nuevo, me abrazo con
fuerza, nuestros cuerpos eran uno, poco a poco la ropa empezó a sobrarnos, nos
quedamos desnudos uno frente al otro contemplando nuestros cuerpos, su belleza
era increíble, y la noche lo fue aun más.
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